La herencia de los tres hermanos… Una historia de fracciones

Cuenta la historia, narrada por el bagdalí compañero de viaje de Beremiz Samir, de la siguiente manera:

«Cerca de un viejo albergue de caravanas medio abandonado, vimos tres hombres que discutían acaloradamente junto a un hato de camellos.

Entre gritos e improperios, en plena discusión, braceando como posesos, se oían exclamaciones:

– ¡Qué no puede ser!

– ¡Es un robo!

– ¡Pues yo no estoy de acuerdo!

El inteligente Beremiz procuró informarse de lo que discutían.

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El caso de las 90 manzanas

Vivía antaño en Damasco un esforzado campesino que tenía tres hijas. Un día, hablando con el cadí, el campesino declaró que sus hijas estaban dotadas de alta inteligencia y de un raro poder imaginativo.
El cadí, envidioso y mezquino, se irritó al oír al campesino elogiar el talento de las jóvenes y declaró:

– ¡Ya es la quinta vez que oigo de tu boca elogios exagerados que exaltan la sabiduría de tus hijas! Voy a llamarlas para ver si están dotadas de tanto ingenio y perspicacia, como pregonas.

Y el cadí mandó llamar a las tres muchachas y les dijo:

– Aquí hay 90 manzanas que iréis a vender al mercado. Fátima, la mayor, llevará 50; Cunda llevará 30, y Shia, la menor, llevará las otras 10.

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El problema de los sesenta melones

Estando Beremiz en presencia de los hermanos Harim y Hamed y de varios mercaderes, Hamed le pidió que les ayudara con un problema que tenían con una venta de 60 melones.

Beremiz fue informado minuciosamente del caso. Uno de los mercaderes explicó:

– Los dos hermanos, Harim y Hamed, me encargaron que vendiera en el mercado dos partidas de melones. Harim me entregó 30 melones que debían ser vendidos al precio de 3 por 1 dinar; Hamed me entregó también 30 melones para los que estipuló un precio más caro: 2 melones por 1 dinar. Lógicamente, una vez efectuada la venta Harim tendría que recibir 10 dinares, y su hermano 15. El total de la venta sería pues 25 dinares. Sin embargo, al llegar a la feria, apareció una duda ante mi espíritu.

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La leyenda del tablero de ajedrez y los granos de trigo

Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo reinaba en cierta parte de la India un rey llamado Sheram.

En una de las batallas en las que participó su ejército perdió a su hijo, y eso le dejó profundamente consternado. Nada de lo que le ofrecían sus súbditos lograba alegrarle.

Un buen día un tal Sissa se presentó en su corte y pidió audiencia. El rey la aceptó y Sissa le presentó un juego que, aseguró, conseguiría divertirle y alegrarle de nuevo: el ajedrez.

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